
Si te muerdes las uñas esto te interesa
La onicofagia, o hábito compulsivo de morderse las uñas, va mucho más allá de un problema estético, y puede tener consecuencias negativas tanto para la salud general como para la bucodental.
Si bien la mayoría de las veces suele responder a un acto inconsciente o a una conducta imitativa, la onicofagia puede ser un indicador de algún conflicto emocional.
Morderse las uñas puede tener efectos nocivos en los dedos, en la boca o en el sistema digestivo en general, sin olvidar el impacto social que pueden tener unas manos descuidadas.
El mordisqueo constante de las uñas puede dañar el lecho ungueal y la raíz de las uñas y, además, puede provocar complicaciones, como la aparición de verrugas periungueales y de padrastros, las infecciones en los labios y la mucosa bucal, y los problemas dentales.
Según datos de la Academy of General Dentistry, un 41% de los niños que se muerden las uñas presenta daños en los dientes y las encías debidos al traumatismo constante producido por el mordisqueo.
Morderse las uñas desgasta el esmalte y causa microtraumatismos que pueden llegar a fracturar o a astillar los dientes, que sufren un desgaste prematuro, especialmente acusado en los incisivos centrales superiores, circunstancia que, a largo plazo, puede producir un aumento de la sensibilidad dental.
La afección de la articulación temporomandibular es otra de las consecuencias de este mal hábito.
Además, los microtraumatismos sobre las mucosas labiales causados por el mordisqueo y la gran cantidad de bacterias presentes debajo de las uñas aumentan la incidencia de infecciones (herpes labiales). Si a la acumulación de bacterias se le suman una mala higiene bucodental y determinados factores de riesgo, como el tabaquismo o el alcoholismo, la posibilidad de sufrir enfermedad periodontal y halitosis se incrementa.
Para evitar todas estas complicaciones, es muy importante concienciar a la persona afectada para que abandone este hábito patológico e instaurar las medidas terapéuticas más elementales (p. ej., pintarse las uñas con un esmalte de sabor amargo), si bien el tratamiento de la onicofagia es fundamentalmente psicológico, mediante las técnicas de modificación de conducta.